miércoles, 22 de enero de 2014

   
-Estoy feliz, Momó. Estás conmigo, y sé lo que pone mi Corán. Ahora te quiero llevar a bailar.
   -¿A bailar, señor Ibrahim?
   - Es absolutamente necesario. "El corazón del hombre es como un ave prisionera en la jaula del cuerpo". Cuando bailas, el corazón canta como un pájaro que anhela fundirse con Dios. Ven, vamos al tekké.
   -¿Al qué?
  -¡Vaya discoteca más rara!- exclamé al atravesar el umbral.
  - Un tekké no es una discoteca, es un monasterio. Momó, pon ahí los zapatos.
   Y ahí es donde vi por primera vez a hombres haciendo el giro derviche.
   -¡Ves, Momó! Giran sobre sí mismos, giran en torno a su corazón, que es el lugar de la presencia de Dios. Es como una oración.
"El señor Ibrahim y las flores del Corán". Eric-Emmanuel Schmitt